Su casco fue construido entre fines del siglo XIX y principios del XX, siendo su
arquitectura muy característica de la época barroca, destacando su trabajo en
cantera. La Quinta Carolina es una interesante muestra arquitectónica que refleja la
riqueza de los grandes terratenientes de finales del siglo XIX y principios del
siglo XX. Esta imponente construcción consta de casa grande, capilla, boliche y
portería, casa del administrador, cochera, establo, granero y troje, lechería,
escuela, pozo y casas de peones
DESCRIPCION DE LA QUINTA CAROLINA..
La Quinta queda a una hora corta del camino en coche y desde antes de divisarse el gentil edificio comienzan los encantos del lugar.
Si Ilega en primavera, Ia amplia calzada que conduce a Ia casa yace dulce y tibiamente ensombrecida por dos hileras de verdes y corpulentos árboles, que con sus rozagantes copas detienen Ia fuerza de los ardorosos rayos del sol; y si Ilega en inviemo, los esqueletos de estos árboles les dejan al descubierto Ias feroces tierras sementales (sic) que se extienden a sus lados y que son en mayo Ias avanzadas de esmeralda de Ia propiedad.
Ésta, que tiene cuatro entradas simétricas, se levanta en una plazoleta y Ia encierra una elegante verja de hierro pintada al óleo blanco, y dividida por columnas de cantera rematadas en esferas de Ia misma piedra.
EI atrio está engalanado con primorosos jardines, de los que se levantan tres kioscos.
La casa habitación es elegante y seria y sus alturas rematan en dos torreones-miradores y una cúpula central de cristales.
A los corredores pintados de óleo salmón se asciende por escalinatas de piedra cantera y están pavimentados con mosaico. Divide el principal una gran puerta de artístico tallado, por Ia que se penetra a un pasillo, que da acceso al salón de recepciones, guardado por dos bonitas estatuas.
Este salón es hermoso. Es cuadrado y su techo corresponde a Ia cúpula central; los muros están revestidos de rico papel tapiz blanco y oro, cuyos matices se confunden de noche con los innúmeros foquitos de luz incandescente, que a manera de prolongada guirnalda de luz están colocados en el cornisamento del salón; de uno de los muros, y como surgiendo de una poética jardinera, detiénese un gran espejo, que refleja en su argentada luna un gran piano de cola, algunos de los cuadros marinos que adornan los otros muros y el esbelto y elegante ajuar de mimbre blanco y oro también, que, con los cortinajes, completa el sencillo cuanto suntuoso mobiliario.
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